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Memorias de Cácota

He iniciado un viaje hacia un lugar que desde hace tiempo quería conocer: Cácota, ubicado a dos horas de Pamplona por la vía que comunica con la ciudad de Tunja. Reconocerás la entrada al pueblo por su particular decoración de vasijas y esculturas hechas en barro por los artesanos de la región.


La peculiar entrada da inicio a una estrecha carretera, que con solo un carril para transitar nos adentra al pueblo, es de noche y no puedo apreciar el paisaje, que seguramente es hermoso, lo puedo sentir por el olor a tierra húmeda y lo poco que veo desde la ventana del vehículo que me lleva es la espesa neblina que cubre las montañas que a poca luz alcanzo a reconocer y que me dan la leve intuición de que llegaré a un lugar maravilloso.


Y así es, entrando al pueblo, ya con más iluminación puedo apreciar una serie de casas antiguas, todas pintadas de color blanco con materitas en serie que se repiten a lo largo de la cuadra que recorremos para llegar al parque principal (Recordé mis días en la Playa de Belén, que también es un hermoso pueblo para visitar) Ya en el parque mi impresión fue mayor, al observar las esculturas hechas en barro de un tamaño majestuoso, lo que me da la seguridad de que hay muchos artesanos con gran potencial.


Puedo apreciar a poca luz que el pueblo no es muy grande, y que es bastante calmado, se ven personas fuera de sus casas, realizando actividades muy silenciosas, ya que puedo escuchar el sonido de los grillos y algunos perros callejeros que rondan por el lugar.


En la esquina del parque encontramos un hospedaje, es una casa de la que nos cuentan tiene casi 400 años, por fuera no se ve muy cuidada, supongo que tiene esa apariencia por lo vieja que es, aunque al entrar me encuentro con la sorpresa de un lugar muy diferente a lo que muestra su exterior, huele a madera, pero madera fresca combinada con pintura y el aroma de las plantas. Encontramos un patio central con un jardín en él y en sus pasillos una gran colección de instrumentos de caballería, sillas, molinos, fotografías familiares y cuadros pintados en óleo y carboncillo, realizados por Sergio, quien es nuestro anfitrión.



Sergio y Ana; su ama de llaves, nos dirigen a una cabaña dentro de este lugar --una cabaña hermosa construida en madera, barro y bahareque --, huele a madera fresca, muy bien decorado; para mi sorpresa Ana me cuenta que todo fue realizado por ellos, desde la construcción de la cabaña hasta los muebles de esta, muy creativos.

La cabaña tiene dos habitaciones, una para compartir y la otra para una pareja, pero en la vivienda (Si tienen la oportunidad de visitar este lugar) encontrarán una serie de habitaciones, igualmente muy acogedoras, que eso si deberán reservar con anterioridad.


Uno de los planes turísticos más reconocidos en Cácota es ir a la laguna caminando o en caballo, yo hice el trayecto en caballo fue un viaje de 40 min subida y 40 min en descenso, bastante agotador para los que no estamos acostumbrados a montar en caballo y que no lo dominan tan bien como yo, el paisaje es bastante agradable vimos montañas con cultivos de papa, y duraznos, algunas viviendas informales en las montañas, una que otra cabra y ovejas hermosas atadas al pie del camino.



Pero este viaje es mas interesante con la compañía de dos pequeños que fueron nuestros guías para llegar a la laguna. Leny la hija de Ana, ama de llaves del lugar donde nos hospedamos, es una niña con pensamientos interesantes y una inteligencia única, historias y una sonrisa contagiosa, nunca olvidaremos sus comentarios rudos, serios y bastante inapropiados para su corta edad y Julian Sebastian un pequeño de tan solo nueve años al que se ve que la vida no le ha tocado tan fácil y que a su corta edad ha visto más de lo que debería haber visto, pero siempre con una sonrisa encantadora y con una historia dispuesta a ser narrada que alegró mi día.


La laguna es hermosa, se respira paz y tranquilidad, puedo escuchar el maravilloso y ruidoso sonido del silencio, es un zumbido eterno que retumba los oídos y es interrumpido por el leve canto de las aves al pasar y la brisa que golpea mi rostro al sentarme a contemplar el lugar. “Este lugar es ideal para aquellas personas que quieren encontrarse consigo mismo de una manera muy espiritual”.



Cácota lo defino como el lugar para escapar del mundo digital, del caos vehicular, del estrés de las personas de la ciudad, de las malas energías. Un lugar de paz, para compartir con la familia, con la pareja o disfrutar de un momento a solas.

Conocer las riquezas y los frutos de la tierra y aprender que la diversión no se encuentra en un parque o en juegos mecánicos, la diversión nos la brinda también la naturaleza, leny me enseño a disfrutar al máximo un árbol caído convertido en un mirador, caminatas por matorrales y la paz que puede brindar el abrazo a un árbol, pequeñas cosas que jamás imaginamos que nos pueden distraer.




Un lugar donde comemos lo que la tierra produce, duraznos, berenjenas, papa, tomates frescos y truchas. No necesitarías mucho más para vivir tan felices como viven sus habitantes.


De Cácota me llevo las memorias de un paseo inolvidable, las historias de los niños, los rostros de la gente, la belleza de sus cultivos, su clima maravilloso y la paz interior que senti al estar alli.





Fotografía por Margarita Carrascal.


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